Sus ojos se abrieron ante la ténue luz del día, resultaba uno de esos en los que el sueño le dejaba plantada a la cama. Las oscuras orbes divisaron, en medio de la habitación, a un hombre de torso descubierto que sujetaba un violín en su regazo, observándola impasible mientras ella aún intentaba reaccionar. ¿Cuánto tiempo hubo de pasar hasta que finalmente pudo incorporarse, sentada? No estaba segura, a esas alturas poca noción del tiempo le quedaba. Una vez que los ojos se acostumbraron al destello que se colaba por algunas ventanas de un alto techo, distinguió la mesita a su lado que ma